La rotación raigrás italiano-maíz es utilizada en la mayoría de las explotaciones ganaderas de leche y también cada vez más en las de carne situadas en zonas que permitan la mecanización de las fincas, debido en gran medida a su fuerte potencial de producción, que puede situarse en torno a las 20-25 t de MS/ha anual. Sin embargo también presenta unos costes de producción elevados, especialmente los derivados de las labores necesarias para su implantación, así como un número de horas para llevarlas a cabo también numerosas.
Los
resultados globales se muestran en el gráfico 1. En años con pluviometría
normal, el raigrás italiano implantado con siembra directa presenta en el
primer corte menor producción y un porcentaje de participación del raigrás en
la misma algo inferior que implantado con laboreo convencional. Sin embargo en
el segundo corte se produce una recuperación y en el total del cultivo se
consigue una producción y composición botánica similar independientemente del
sistema con que haya sido sembrado.
En
inviernos lluviosos las parcelas sembradas de forma directa se encharcan menos
que las de laboreo convencional, lo que da lugar a terrenos más saneados con
una mejor producción y con una mayor facilidad para las labores de mecanización
de recogida del forraje. La siembra directa de este tipo de forraje se muestra
como una técnica totalmente válida como sistema de implantación.
Recomendaciones para la ejecución de la siembra.
Esta
se efectuará con máquinas que realicen la siembra en líneas (cuanta menor
separación haya entre ellas, el recubrimiento del suelo será mejor). Si el
herbicida aplicado al maíz al inicio de su cultivo fue eficaz y no hay invasión
de malas hierbas es posible realizar la siembra sin ningún tipo de tratamiento
previo de herbicida. En cambio si en la parcela hay presencia de vegetación
espontánea, nacida entra las plantas del maíz, es necesario realizar un
tratamiento a base de glifosato (con las dosis recomendadas según el producto
utilizado) para matar las plantas existentes y favorecer la posterior
implantación del raigrás.
Para
el cultivo del maíz las cosas no están tan claras como en el caso del raigrás
italiano. Su semilla, mucho más voluminosa, presenta también unos
requerimientos mayores para su viabilidad productiva, afectándole un número más
elevado de factores que es necesario controlar. No obstante la superficie de maíz sembrado de forma directa sigue
incrementándose de forma espectacular,
con resultados muy variables; desde parcelas con un cultivo bien implantado
hasta fracasos con fincas sin apenas producción y por tanto con unas pérdidas
económicas considerables.
Los
trabajos realizados indican que mientras para suelos con textura ligera se
suelen conseguir resultados satisfactorios (con producciones similares entre
laboreo convencional y siembra directa), en los que son más pesados, con
texturas arcillosas, los rendimientos pueden ser más variables. Este tipo de
terrenos son muy plásticos y si el tempero del mismo no es el adecuado no
responde adecuadamente a las deformaciones de la maquinaria, siendo muy
frecuente ver los surcos sin cerrar una vez efectuada la siembra con los
consiguientes problemas de germinación y desarrollo de las plantas. Por otra
parte, si al cultivo de este tipo de suelos, se suma una pluviometría escasa,
sobre todo en los primeros momentos de crecimiento de las plántulas, tenemos
las circunstancias en las que se han conseguido los perores resultados, por lo
que no son un tipo de suelos recomendables para la realización de siembra
directa de maíz en ellos.
En
general las parcelas sembradas de forma directa frente a la convencional
muestran:
- Un menor número de semillas germinadas (77 para
suelos arcillosos - 96% para suelos francos) para una misma dosis de siembra.
- Una altura de las plantas algo inferior.
- Un porcentaje similar de mazorca en el peso seco
total del forraje.
- Una producción que puede variar entre el 90-100%
en función de la textura del suelo utilizado y de la correcta ejecución de las
labores y técnicas a emplear (aplicación de herbicida, siembra con tempero,
etc).
- Un desarrollo del sistema radicular principal
bastante inferior (61%).
Consideraciones
generales sobre la técnica de siembra directa de maíz.
A
la vista de los resultados de los ensayos realizados y de la experiencia
acumulada por la observación de campos implantados con siembra directa, hay que
tener presentes unas ciertas consideraciones:
· Sembrar de forma directa no significa que se
pueda sembrar de cualquier forma, en cualquier terreno o en cualquier momento,
sino al contrario, requiere una planificación de los trabajos y ejecución de
los mismos mayor y más esmerada, si cabe, que en laboreo convencional, dado que
se intenta crear unas condiciones similares para el desarrollo del cultivo que
con esta técnica, pero con un número de labores sensiblemente inferior. Así de
forma general se puede asegurar que si un terreno no es válido para cumplir las
exigencias del cultivo del maíz en laboreo convencional, tampoco lo será en
siembra directa.
· En terrenos irregulares, las primeras fases de
desarrollo del maíz pueden ser menos homogéneas en siembra directa que en
laboreo convencional, derivado de que esta técnica realiza movimientos de
tierra que pueden igualar en un primer momento las características del suelo en
mayor medida que en siembra directa donde no hay ninguna modificación de las
peculiaridades del terreno. Si las condiciones del cultivo son buenas esta
heterogeneidad desaparece a medida que las raíces logran el desarrollo
suficiente para alcanzar la localización del abono y así proporcionar a la
planta los nutrientes que necesita.
Recomendaciones
para la ejecución de la siembra.
Con el fin de realizar una correcta ejecución de la técnica, es necesario tener en cuenta una serie de factores muy relacionados con el éxito o fracaso de las siembras:
· Buen control del rebrote del raigrás. Esto exige
realizar los tratamientos herbicidas con un estado de desarrollo de las hojas
suficiente para que pueda ser absorbida la materia activa del producto
(glifosato), utilizar una dosis rigurosa según las recomendaciones del producto
empleado, así como que el estado de la maquinaria a utilizar (boquillas, bomba
del pulverizador, etc.) sea el apropiado para asegurar una distribución
homogénea del producto. Si este control del rebrote del raigrás no se realiza
de forma eficiente da lugar a una fuerte competencia por nutrientes, agua y luz
con las plantas del maíz recién nacidas, que se quedan con un desarrollo menor
del deseado afectando de forma importante en sentido negativo a la producción
final de la parcela.
· Realizar la siembra con el suelo con tempero. Es
decir, que posea un nivel de humedad adecuado para permitir un buen trabajo de
las máquinas y una conservación de la estructura (por ejemplo el trabajo sobre
los suelos muy mojados da lugar a la formación de aglomerados o terrones y
sobre muy secos a un excesivo desmenuzamiento de las partículas y falta de
penetración de los aperos). El paso de la máquina de siembra directa ha de
realizar:
- Un surco cerrado en su parte externa, con un buen
enterrado de la semilla que facilite un contacto íntimo entre ésta y la tierra
circundante que será quien le proporcione la humedad suficiente para la
germinación. Si la semilla no queda enterrada o el surco no está cerrado se
puede dar lugar a numerosos fallos de nascencia debido a que no es capaz de
absorber el agua necesaria y a que, la tierra de los bordes de este surco
abierto se desecará en mayor medida por su contacto con el aire que si
estuviese cerrado en caso de que no se produzcan lluvias. Así mismo en el caso
contrario, de abundantes lluvias, el agua se cuela por esta abertura del
terreno acumulándose en las inmediaciones de la semilla y dando lugar a
posibles putrefacciones de la misma y por tanto también a fallos de
germinación. Este aspecto es especialmente importante en suelos arcillosos o
pesados, que por su plasticidad son más difíciles de manejar y suelen presentar
problemas de un cerrado adecuado del surco previamente abierto.
- Una penetración suficiente que permita enterrar
la semilla a 4-6 cm del suelo y una
separación entre el abono localizado debajo o a un lado y debajo de la semilla,
según los tipos de máquinas utilizadas, de al menos 5-7 cm para evitar
problemas de fitotoxicidades e interacciones en perjuicio de la germinación.
Así mismo este abono ha de quedar tapado y con tierra por medio para no dar
lugar a que la semilla pueda deslizarse por el surco abierto y caer en el abono
con los problemas mencionados, además de producirse una profundidad de siembra
excesiva.
· El abono ha de localizarse cerca de la semilla
debido al menor volumen del sistema radicular principal (en torno a un 40%
inferior) de las plantas sembradas de forma directa frente a las realizadas con
laboreo convencional, que no permite explorar el suficiente terreno para
nutrirse convenientemente en el caso de un abonado en toda la superficie del
suelo.
· El maíz es un cultivo exigente en elementos
nutritivos, por lo que en el caso de realizar su abonado sólo con abonos
minerales, puede resultar una cantidad excesiva para ser localizada y enterrada
convenientemente separada de la semilla. El uso de abono orgánico como el purín
puede paliar esta situación al realizar unos aportes en nutrientes, reduciendo
por tanto las cantidades necesarias de abono mineral. En este caso hay que
tener en cuenta una menor efectividad del purín en elementos fertilizantes que
si éste hubiese sido enterrado e incorporado al suelo. Este aporte debe
realizarse después del tratamiento herbicida y antes de sembrar para evitar
costras que puedan dificultar la emergencia de las plantas.